Los escaladores inexpertos admiran a los grandes maestros por su aparente intrepidez.
Pero, independientemente de lo que se pueda suponer por sus logros, nadie es inmune al miedo. Aunque los grandes escaladores se sientan cómodos en situaciones de miedo, saben que sólo temen lo que pueden temer.
No te imagines a uno de los buenos observando tranquilamente la aproximación de una gran tormenta. Puede tener miedo, pero no está paralizado; tiene miedo, pero es capaz de transformar su miedo en una acción productiva. Es la mente la que crea el miedo, así que el miedo está sujeto al control y a las órdenes de la mente.
Adquiere la habilidad (difícil de tener, pero necesaria) de controlar el miedo y utilizarlo como fuente de energía. No hay una receta para esta habilidad, ya que cada mente es diferente, pero ciertos conceptos pueden guiar la acción. Nadie tiene el control en las montañas. Imaginar que lo tienen es simplemente una vanidad.
En cambio, acostúmbrate a renunciar al control y a actuar en situaciones de caos e incertidumbre. Intentar controlar las circunstancias siempre cambiantes de la montaña o luchar contra la pérdida de control sólo aumenta el miedo y multiplica sus consecuencias.
Acepta esta falta de control inherente y céntrate en adaptar tus habilidades e ideales a la situación. Para superar el miedo, mira hacia arriba, no hacia abajo. Debes permanecer dispuesto y fuerte, con la voluntad y la disciplina para perseverar hasta el final de la carrera. Si tienes miedo, construye tu confianza mordiendo lo que sabes que puedes masticar.
Si puedes, te animarías a dar otro mordisco para hacer otro tramo. Una vez que tu mente pueda soportar un bocado más grande, cambia a un solo bocado. Manténgase muy motivado, siga el camino y no tenga miedo.
El escalador asustado dirige su miedo hacia el suelo, creyendo que rendirse le aportará más tranquilidad. Este escalador tiene un vínculo demasiado fuerte con el suelo.